sábado, 24 de septiembre de 2016

JONATAN, demasiado pronto para ser director de banco

Me encontraba en el apartamento de Sydney cuando el casero coreano nos presentó a un nuevo inquilino que, en este caso, no era ni inglés, ni japonés o brasileño, sino alemán. Su nombre era Jonatan, tenía 30 años y la primera impresión que tuvimos de él fue la de un tipo bastante hablador, espontáneo e inquieto.
Jonatan, al igual que todos los que vivíamos en aquel apartamento de Sydney, escondía una bonita historia que le hizo acabar en la otra punta del mundo, aunque, a diferencia del resto, él apenas había disfrutado de su juventud.
Con 17 años dejó el instituto y, tras un periodo personal bastante inestable, decidió comenzar a trabajar; nada más y nada menos que en un banco. Y es que en Alemania conceden bastantes ayudas para todos aquellos que quieran insertarse en el mundo laboral desde jóvenes, aunque sea como becarios. De este modo, Jonatan comenzó colocándose detrás de los banqueros y economistas de la sucursal para aprender el funcionamiento de todo cuanto veía. Y, tras varios meses en aquella sucursal, fue ganando responsabilidades gracias al enorme interés y motivación que ponía en cada una de sus tareas.
Con el paso del tiempo y junto al apoyo de sus jefes, Jonatan compaginó el trabajo del banco con los estudios a fin de obtener un certificado que le permitiese acceder a estudiar economía en la universidad de Hamburgo. Y, una vez conseguido aquel diplomado en económicas obtuvo un máster que, unido a su gran experiencia en el sector desde los 17 años, llevó a que sus superiores le concediesen el puesto de director del banco con nada más y nada menos que 27 años de edad, convirtiéndose así en el director de banco más joven de todas sus entidades en Alemania.
Y así estuvo durante 4 años disfrutando de aquella posición privilegiada en la que recorría el país con coches de la más alta gama o acudía a reuniones, comidas, conferencias e incluso fiestas en nombre y a cargo de la empresa. 

Pero, aun así, había algo en el interior de Jonatan que le removía la conciencia y le hacía preguntarse: “Ahora que he llegado tan alto, ¿ha valido la pena gastar mi juventud a cambio de esto? ¿Es esto lo que verdaderamente me ayuda a crecer como persona? ¿Realmente quiero seguir así el resto de mi vida?” Por ello, tras varios quebraderos de cabeza, Jonatan tomó una decisión drástica, renunció al puesto de director de banco, su coche y su casa y se aventuró a emprender la aventura de su vida.
Comenzó haciendo un voluntariado de 8 meses en Sudáfrica enseñando inglés a los niños de varias escuelas de Ciudad del Cabo, donde acabó aprendiendo mucho más de lo que pudo haber enseñado.  
Posteriormente, Jonatan quiso abarcar otra área que nunca había tocado y trabajar unos meses en la construcción como un emigrante más, lo cual le llevó a Australia, donde nuestros caminos se cruzaron. Por suerte, en aquel apartamento de Sydney había muy bien ambiente entre los compañeros de piso y nos resultó muy fácil entablar amistad, ya que todos nos encontrábamos en una situación parecida. De ahí recuerdo con especial cariño las veces en que medio apartamento acabábamos echándonos la siesta después de duras jornada de trabajo. Aunque al principio se me reía, Jonatan fue, de hecho, el que más enganchado estuvo a ellas y al final, no había día en que este alemán no cayera rendido después de comer.
Desafortunadamente, tal y como comento en el último artículo de Australia, fuimos desalojados del piso a escasos días de abandonar el país y, aunque para otros hubiera significado un problema, para nosotros significó una oportunidad donde, gracias a la gran capacidad de adaptación de Jonatan y su mentalidad positiva, decidimos aventurarnos en un viaje en coche de Sydney a Victoria por la costa del Pacífico.
A pesar de haber tomado caminos diferentes, seguimos manteniendo el contacto y he podido seguir sabiendo de su guía de ruta. Después de visitar el Gran Arrecife de Coral y abandonar Australia, Jonatan se acercó a Nueva Zelanda por unos días al igual que a Filipinas, donde su hermana también estaba viajando y le esperaba. De ahí se dirigió a Bali, en Indonesia, y posteriormente a Vietnam, de la cual dice estar muy gratamente sorprendido.
A su paso por Tailandia, Jonatan se apuntó a un gimnasio del país para practicar Muay-Thai y, tras varias semanas de duro entrenamiento se trasladó a la India, donde alquiló una moto con la que recorrió el Himalaya indio, llegando a picos de más de 5.300 metros de altura.

Finalmente, cogió un vuelo a Mongolia y a los pocos días se subió al Transiberiano, con el que espera recorrer todo Rusia hasta Moscú en 76 horas y así llegar a Alemania antes de Navidad.
Locura o no, Jonatan parece estar dispuesto a volver a casa tras casi 2 años de peregrinación por medio mundo y, lógicamente, tendrá que volver a trabajar para vivir, aunque ya no vivir para trabajar; pues si algo se aprende de estos viajes es que el tiempo y la pasión son los mayores artífices de nuestras vidas. Si muriésemos mañana, ¿estaríamos viviendo hoy de la misma manera?

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