jueves, 15 de mayo de 2014

BERLÍN, ALEMANIA. (MAYO 2014)

Con la compañía de autobuses polaca que ya he comentado en mis anteriores viajes (PolskiBus) el precio del recorrido Cracovia-Berlín salía a 50€ ida y vuelta. 
Pese a ello, esta vez fuimos en el Renault Clio de un amigo junto con otro chico francés y Jorge -mi compañero de piso-. El coche no era muy espacioso ni tenía reposacabezas, pero nos turnábamos de conductores y parábamos varias veces para estirar las piernas y evitar agarrotamientos. De este modo nos ahorramos 10 euros por cabeza y 1 hora de trayecto con respecto al autobús.
Pasadas algo más de 6 horas me tocó a mí coger el coche y, tras la primera hora conduciendo, cruzamos la frontera hacia Alemania. En el GPS no veía límite de velocidad ni tampoco carteles en la carretera, pero aun así no estaba seguro de si podía ir a más de 130 km/h (velocidad máxima en las autopistas polacas). No lo tenía claro hasta el momento en que, yendo a tal velocidad, veía como la mayoría de los coches me adelantaban a toda pastilla. Fue entonces cuando ya me percaté de que no había límite y pude apretar con gusto el acelerador. Desgraciadamente, el Renaul Clio tenía más de 15 años a sus espaldas y no pudo superar los 150 km/h sin parecer que fuese a explotar.
Tras algo más de 8 horas de viaje llegamos a Berlín. Nuestra primera impresión desde el coche fue muy positiva, pues llegamos un 1 de Mayo, día muy celebrado en la capital germana. Había muy buen ambiente, conciertos y multitud de jóvenes de todos los géneros: punks, heavys, hipsters... 
Nada más dejar las maletas en la habitación de nuestro hostal (compartida con una pareja china) partimos hacia el lugar donde toda esta gente se dirigía: KREUZBERG, uno de los barrios alternativos de la ciudad donde se veían muchos iconos anarquistas, antifascistas y antisistema.
También había conciertos de indie y rock pero la mayoría eran de heavy, black metal, drum and bass y mucho punk “del duro”. Y entre su público, predominaban los tatuajes, el pelo pintado, la cresta y cara “como de mala leche”.
Conforme caía la noche, el ambiente empezaba a deteriorarse, el alcohol y las drogas se palpaban en el ambiente y la gente comenzaba a comportarse de forma agresiva y alterada. Fue por esto que el primer día decidimos irnos pronto al hostal y así estar en forma para ver Berlín a la mañana siguiente.                             
Sin embargo, los berlineses parecieron ser ciudadanos educados y respetuosos y, entre muchos de ellos, se integran personas de todas las nacionalidades, pues, sin lugar a dudas, Berlín es una ciudad multicultural.
Respecto a la comunicación no teníamos problema, pues una gran mayoría hablaba inglés. De lo contrario, Jorge y yo sabíamos algo de alemán turístico con lo que pudimos defendernos y  patearnos la ciudad sin problema. Es así como pudimos apreciar que ésta es una ciudad que va a contracorriente. Berlín se encuentra llena de grúas y elementos de construcción encargados de levantar una nueva metrópolis tras haber quedado totalmente devastada en la Segunda Guerra Mundial. Fue tal el nivel de destrucción que apenas vimos edificios con una historia anterior a la guerra, con excepción de algunas restauraciones como son el Parlamento Alemán (Bundestag), la Catedral de Berlín (Berliner Dom), el Palacio Charlottenburg o la Puerta de Brandenburgo, principales focos turísticos de la ciudad junto con el muro.
Checkpoint Charlie
Fruto de la Guerra Fría fue también su famoso “Muro de Protección Antifascista” levantado por la Alemania soviética, y que dividió la ciudad durante 28 años. Aún cuando nosotros llegamos, pudimos apreciar una gran diferencia entre la Berlín occidental y la oriental marcada por el Muro, la Puerta de Brandenburgo o el Checkpoint Charlie


En la siguiente foto, tomada desde lo alto de un parque situado tras la puerta de Brandenburgo, se puede apreciar la frialdad e inútil amplitud de las calles de la Alemania comunista, pensadas únicamente para desfiles militares. Actualmente, se ha convertido en uno de los parques más grandes de Berlín.
Así pues, si tuviese que mostrar el presente, pasado y futuro de Berlín en una sola imagen, sería la siguiente: llena de museos y bajo un fondo plagado de grúas, ya que, al mismo tiempo que se reconstruye, el gobierno alemán está embelleciendo la ciudad con parques y museos que atraen a millones de turistas que, por cada entrada que pagan (unos 7€ la más barata con carnet joven o estudiante), financian el levantamiento de la capital del país con vistas a un futuro sostenible.

 Fue aquí cuando, tras ver otras ciudades europeas como Amsterdam, Viena, Praga, Budapest o Cracovia, pude ver con claridad que Europa no es tan distinta entre sí como podemos imaginar. Cada país tiene su identidad, su arte y su cultura propia, pero todos tenemos un mismo presente creado por una misma historia que incumbe a todos los europeos.

miércoles, 7 de mayo de 2014

10.000KM EN AUTOSTOP. GREG

Era la primera vez que hospedaba a alguien que no conocía de nada en mi casa a través de couchsurfing. Pero fue tan positiva mi experiencia en Noruega con Stian -entonces un desconocido de 27 años que me alojó en su casa durante 4 noches- que me ofrecí a alojar a Greg. En Cracovia le mostré la ciudad con gran precisión y, aprovechando un festival que tenía lugar esos días, lo llevamos a un concierto de música "Electro and Bass".
Greg es un joven de 25 años nacido en Zaporizhia, Ucrania. Y, aunque su verdadero nombre ucraniano es Grisha, sabe que Gregory es un nombre más internacional y fácil de recordar.
Estudió la carrera de ingeniería en su país natal y fue durante sus estudios universitarios cuando empezó a conocer Europa gracias a torneos y grupos de trabajo de ingeniería que llevaban a Greg y su equipo a competiciones europeas del más alto nivel.
Una vez acabada la carrera y gracias al buen manejo del ucraniano, ruso e inglés que posee, Greg recibió una oferta de trabajo procedente de Beijing, China, que acabó por aceptar y que le llevó a vivir en aquel país durante los dos próximos años, moviéndose por varias ciudades del país y obteniendo una gran experiencia laboral e idiomática con respecto al mandarín.
Fue al llegar a China cuando decidió moverse por autostop pues, según Greg, “en la sociedad de la globalización en la que nos encontramos nos comunicamos mucho, pero hablamos poco. Y hacer autostop es una forma muy interesante de viajar, más excitante y muy original para conocer gente”.
        Tras dar muchas vueltas por el gran país asiático y volver a Ucrania, Greg recibió otra oferta para trabajar en el extranjero que también acabó aceptando: esta vez en India -donde permaneció unos meses antes de su vuelta a Ucrania-.
Pero, fue tal la afición que le cogió a viajar que, una vez asentado en su país natal,  se dispuso a emprender otra aventura en autostop que le llevaría a recorrer Polonia de norte a sur hasta acabar en su ciudad natal de Ucrania: Zaporizhia. Allí, a parte de visitar a su familia y su sobrino recién nacido, le esperaba otra gran misión como ucraniano: votar en las elecciones por la presidencia de Ucrania de 2013. 
Con Greg pude aprender mucho sobre el pasado, presente y posible futuro de su país y pudimos compartir grandes experiencias entre culturas tan diferentes como la ucraniana y la española. 
Respecto a la tensa situación que está viviendo su país en estos momentos con Rusia le deseo lo mejor y lo que el más quería: la paz del país 
La historia de Greg