miércoles, 18 de diciembre de 2013

PARÍS. FRANCIA (DICIEMBRE 2013)

Se acercaban las Navidades y, aunque no lo tenía muy claro, acabé decantándome por volver y celebrarlas con la familia. Para la vuelta a Zaragoza desde Cracovia, el avión tenía que hacer escala en París, por lo que aproveché y decidí quedarme 4 días en la ciudad de las luces y el amor.
Nada más llegar al mediodía a París, hacía tan buen tiempo que decidí sacarle partido e irme a la Torre EiffelCon esta como referente en el horizonte me topé con el Arco del Triunfo, los Campos Elíseos y, al fondo, el río Sena, donde por fin veía el cuerpo entero de la gran Torre.


A pesar de subir por las escaleras y con la maleta de ruedas en mano, ahí pude contemplar la ciudad desde lo alto sin apenas presencia de nubes que estropeasen la panorámica (también hay ascensores, pero eran más caros y había más gente en la fila).
La única vez que había salido al extranjero con mi familia fue a París cuando yo tenía 7 años. De modo que encontrarme aquí de nuevo, en lo alto de la Torre Eiffel y contemplando París por mí mismo 13 años después, se convirtió en un momento muy especial y personal.
Aquí tuve la gran suerte de que Jean-Gauthier, mi compañero de piso de este verano en Bretaña, vive en “La Campagne”, que vienen a ser las afueras de París. Ahí sus padres me ofrecieron pasar los 4 días como si fuese uno más de la familia, tomando queso y vino francés, al lado de la chimenea de leña y compartiendo momentos con Jean-Gauthier sobre el verano y el curso de nuestras vidas en la víspera de Navidades. Por el día me levantaba temprano para hacer turismo por la ciudad y por la tarde-noche estaba de nuevo ahí para cenar en familia y dormir.

Cuando se ponía el sol, la ciudad adquiría un color especial que era acrecentado por las luces navideñas, los decorados mágicos, sus puestos típicos y los villancicos que se oían mientras paseaba por la ciudad con olor a gofres y crêpes de chocolate. 
París tiene fama de ser una ciudad nublada donde se ve poco el sol. Sin embargo, durante mi estancia en la ciudad el resto de días fueron más que soleados.
Y, sabiendo que tenía 4 días para verlo todo, llegué a apañármelas para ver los monumentos más importantes de la capital francesa. Aunque, son tantos que había momentos en los que  apenas tenía tiempo para pararme a contemplar tales maravillas, pues las distancias son bastante largas entre sí. 






lunes, 25 de noviembre de 2013

UN CANADIENSE POR EUROPA: LEE

Podría decirse que Lee fue la primera persona en hacerme cambiar la forma de ver las cosas, aunque no sólo él, pues siempre iba con otros 2 amigos de Canadá que iban con el mismo espíritu viajero: Rob y Max. Los 3 cursaban economía en Victoria (Canadá) y se encontraban realizando un semestre de sus estudios en Cracovia, precisamente en la misma universidad donde yo estudiaba: la UEK.
Max, Rob y Lee
Como decía en el artículo anterior [Cracovia,Primeras experiencias] gracias a los Tandems y a la abierta personalidad que tenían pude llegar a entablar amistad rápidamente con ellos -al igual que la mayoría de estudiantes Erasmus-.  


Rob es una persona muy amigable y de gran corazón y Max es un viajero en toda regla. Sin embargo, Lee fue el primero al que pude conocer en profundidad debido al viaje que hicimos juntos a Praga: realmente una persona tranquila y sin agobios en el momento de viajar.

Según me contaban, en Canadá es muy típico aprovechar las vacaciones para viajar al extranjero. De hecho, tanto Lee como Max tomaron un break unos años antes de empezar la universidad para dedicarse a viajar por el mundo con el dinero ganado.

En el caso de Lee, fue a los 14 años cuando empezó a trabajar en empleos tan básicos como los de la construcción, la pesca o la tala de árboles. Curiosamente, y coincidiendo con el tópico de los canadienses con barba y camisas a cuadros que cortan árboles, el trabajo forestal está tan bien reconocido en el país que el propio Estado canadiense otorga varias ayudas a sus ciudadanos para incentivar el cuidado de sus bosques mediante las talas forestales responsables.

 La primera vez que Lee salió al extranjero por su cuenta fue a Cancún de la mano de su hermano cuando apenas tenía 19 años. Al principio no significaron más que unas vacaciones al paraíso donde lo principal era la fiesta y estar tumbado en la playa. Pero, conforme fue viajando, empezó a descubrir algo más allá de lo banal que le ha llevado a ver 23 países con menos de 25 años de edad: Canadá, EEUU, México, Tailandia, China, Hong Kong, Grecia, Holanda, Reino Unido, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Croacia, Bosnia & Herzegovina, Montenegro, Albania, Macedonia, Serbia, Alemania, Austria, Eslovenia, República Checa y Ucrania.

Todos estos viajes, que en algunas ocasiones hacía con amigos y otras por su cuenta, le han permitido ver países y vivir experiencias que jamás alguien podría expresar con palabras. Tal y como me decía, lo bueno de viajar con amigos es el poder compartir y comentar aquellos momentos que más nos llaman la atención. Sin embargo, no siempre parecía ser la mejor opción pues no todos tienen porqué coincidir con la idea o el estilo de viaje, resultando así difícil planificarse entre el grupo o estar acorde con las preferencias sobre qué ver. 
En uno de sus viajes decidió cambiar su método de hacer turismo y se fue a China como profesor de inglés durante un mes, donde al mismo tiempo aprendía mandarín. Esto, según él, le otorgó al viaje un sentido especial, con un propósito más claro. 

Y... ¿Qué es lo siguiente?
De momento le esperan unos años trabajando de nuevo en Canadá para recuperar todo el dinero invertido en sus viajes y ganar el de los siguientes. Probablemente Sudamérica (Colombia, Brasil, Argentina o Ecuador) u Oriente Medio (Qatar, Israel, Turquía o Egipto). Lo que está claro es que su espíritu aventurero no parece cesar; el mundo le está esperando.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

PRAGA, REPÚBLICA CHECA (NOVIEMBRE 2013)

 Esta vez fue con mis 2 compañeros de pisos franceses; Geoffrey y Françoise-Xavier con los que hice el siguiente viaje, al que también se unieron una chica ucraniana, un francés, un turco y un gran amigo mío, Lee de Canadá [click para ver entrevista]-.
Dado que no había PolskiBus, en esta ocasión tuvimos que escoger una compañía de autobuses menos cómoda y sofisticada para llegar a la capital checa, con un “aroma especialmente cargado" en el ambiente y con varios de sus asientos ya ocupados por personas de caras serias, bigotes señoriales y grandes barrigas que ocupaban asiento y medio.
Para colmo, durante este trayecto, echaban películas bélicas rusas en blanco y negro donde no faltaban los disparos y estruendosos bombardeos, que entretenían a unos y nos disturbaban el sueño a otros. 
 A diferencia del viaje a Viena, esta vez sí pude descansar lo suficiente en el autobús hasta que pasadas 9 horas de trayecto y un café llegamos a nuestro hostal a mitad de mañana.

Los precios son muy bajos y, en el caso de nuestro hostal, rondaban entre 7 y 10 euros noche los días del fin de semana. 
Al ser un grupo de 7 personas, nos concedieron el sótano entero, con una amplia habitación con 4 literas, 2 sofás de cuero y una mesa, 2 salas de baños con ducha e incluso un comedor con 4 o 5 mesas de picnic sólo para nosotros.
Nuestro primer destino fue la Plaza de la Ciudad Vieja. Simplemente me encandiló ¡Qué belleza! ¡Cuánto color! ¡Cuánta magia! Si alguna vez habéis jugado al Warcraft o juegos de rol del estilo, tenéis que venir aquí para ver que ese mundo virtual existe en la vida real.
Ahí encontramos una gran multitud de turistas y guías pertenecientes a los “Free Tours”, con paraguas de distinto color según la compañía que lo gestionase y según el idioma en que hacían las visitas. Nosotros lo cogimos en inglés. Sin embargo, nuestro guía era australiano y, con su acento, se nos escapaban gran parte de las palabras y expresiones que decía, de modo que nuestro amigo Lee tuvo que traducirnos alguna que otra vez del inglés australiano a un inglés canadiense, mucho más entendible.
El principal foco turístico de la plaza es el reloj astronómico de su Ayuntamiento, del siglo XV y de fama mundial, pues no sólo marca las horas sino también el mes, los signos del zodiaco y las posiciones del sol y la luna en el cielo.                                  
El tour empezó concienzudamente 10 minutos antes de las 10:00, ya que, al alcanzar las horas cero, aparece un desfile en movimiento de los 12 apóstoles representados en pequeñas figuras de madera policromada.
En este momento, es importante prestar especial atención a nuestras pertenencias, ya que los carteristas aprovechan el asombro y fascinación de la gente para robar todo cuanto puedan. 

Conforme recorríamos la Praga más antigua, me daba cuenta de la buena conservación de sus calles, tan pintorescas y perfectamente adoquinadas. Tampoco podía faltar su avenida más “chic” con tiendas a precios desorbitados y coches de película, o su avenida más comercial con puestos de comida, baratijas o suvenires varios con los que llevarte un recuerdo de la capital checa a casa.
Aquí también era común encontrarnos con lugares que rememoraban las secuelas de la Segunda Guerra Mundial o barrios que en su momento fueron habitados por judíos antes de ser expulsados y asesinados en diversos campos de concentración de Europa Central y del Este.
El resto de días, mientras seguíamos pateando todo el resto de Praga, también pudimos observar una gran cantidad de clubs de stripteas, algún museo del sexo, varias absenterías y multitud de bares y pubs con diseños muy originales, precios muy bajos y multitud de jóvenes que avivaban la ciudad durante la noche. Alrededor de la Plaza Central también era fácil encontrarse con personas de origen extranjero que te ofrecían marihuana o hachís para “rematar la fiesta”. Y, al igual que en muchas otras grandes ciudades de Europa, también se realiza el "PUB CRAWL", en el que por 18 euros persona se hace un recorrido por varios de los mejores pubs de la ciudad donde se ofrece la entrada gratis, barra libre de cerveza y absenta durante una hora, bebidas de invitación o con descuento y, como guinda al pastel, el acceso a la discoteca más grande del país y de todo Europa Central.   
Al día siguiente, saliendo del centro más histórico, nos topamos con el río Moldava (que más adelante se une con el Elba) en dirección a la “otra Praga": no tan antigua, pero también antigua”. 
De magnitudes similares a las del Danubio en Viena, el Moldava es el río más largo de la República Checa. Era fascinante cruzar cada uno de sus puentes -a cual más bonito- y contemplar las 2 riberas de la ciudad bajo un fondo de edificios perfectamente cuidados y llenos de historia que, como si se tratase de un cuento o videojuego, me transportaban a la gloriosa Europa del Medievo mientras contemplaba las 2 Pragas que hay a cada lado del río; una con el casco histórico y sus callejuelas perfectamente acopladas a las actividades propias de la vida moderna  y la otra; con su fortaleza, su palacio y su respectiva catedral en lo alto de la colina. Bajo ésta se encontraban unos hermosos edificios antiguos que actualmente están ocupados por embajadas y consulados de países de todo el mundo.

Desde ese punto había una buena panorámica. Pero aún lo era mejor si seguíamos subiendo hasta una especie de “mini Torre Eiffel” que servía de mirador de la ciudad.
 Praga es una ciudad muy bohemia, llena de color y de vida, con precios muy baratos y llena de oportunidades; La belleza del río y sus puentes, coloridos edificios, pianos en medio de la calle en los que cualquiera puede deleitar al resto, su gran plaza mayor o el ambiente que se respira entre sus calles hicieron de esta una ciudad encantadora en la que no me importaría vivir.
A su vez, este viaje me brindó una gran oportunidad para conocer los países de mis compañeros de viaje: Turquía, Francia, Ucrania y, especialmente, Canadá. Con Lee pude también mejorar mi inglés y adquirir grandes consejos sobre viajes y países, pues su historial de vida está repleto de viajes, historias y aventuras trepidantes alrededor del mundo. Tanto es así que mi siguiente post va dedicado a él. [Lee]

martes, 15 de octubre de 2013

VIENA, AUSTRIA (OCTUBRE 2013)

Al poco tiempo de conocer Cracovia, asentarme en la universidad y haber entablado amistades, había llegado el momento de realizar mi primer viaje. Sabía que me encontraba en el medio de Europa y no quería desaprovechar tal oportunidad: Viena, Praga y Budapest eran mis prioridades. 

 Así pues, pasadas poco más de 3 semanas nos encontrábamos subidos en el autobús 2 españoles (Juan y Guille), un portugués (Pedro) y servidor camino a la capital austriaca. 
Uno de los puntos fuertes de Polonia es su compañía de autobuses llamada POLSKIBUS en la que, sea cual sea tu destino, si reservas el viaje con varios meses de antelación puede llegar a salirte por 1 zloty (0.25€). Desafortunadamente, nosotros lo compramos unas 48 horas antes por lo que no salió tan barato pero, aun así, lo era en comparación con los precios de España: 40€ por el viaje de ida y vuelta desde Katowice, ciudad localizada a 1 hora de Cracovia.
Esto significó 7 horas y 30 minutos de viaje para unos 400 kilómetros de recorrido, cuya lentitud se debe al mal estado de las carreteras polacas (pasábamos continuamente por pueblos y carreteras de uno o 2 carriles). Sin embargo, y lejos de lo que esperábamos, los autobuses de POLSKIBUS resultaron ser increíblemente confortables, con 2 pisos, asientos anchos y de cuero, wi-fi incluido, baño e incluso azafatas que te ofrecen zumos, agua, galletas o bollos gratis en algunos de los recorridos, aunque no en este caso.      
 Tras pasar toda la noche intentando dormir en el autobús, llegamos a Viena a eso de las 6.30 de la mañana. Hacía frío, estábamos cansados y soñolientos pero, aún así, nos las apañamos para llegar a nuestro hostal, ubicado a 40 minutos del centro (en metro). Al llegar ahí nos enteramos de que, a diferencia de España, en el resto de Europa el Check-in se realiza a las 14:00 o 15:00, por lo que nos fue imposible acceder a nuestra habitación.
Pese a ello, el servicio del hostal nos permitió acercarnos al comedor, donde pudimos desayunar de bufet gratuitamente. Pero, sabiendo el frío que hacía ahí fuera y con el chocolate caliente del desayuno ya en nuestros estómagos, el cansancio volvió a aparecer de manera que, como nadie pudo descansar durante el viaje, nos fuimos a una sala común a dormir mientras otros huéspedes charlaban o jugaban a las cartas.
Pasada una hora de reposo, dejamos las mochilas en la zona de equipajes del Hostal y nos dispusimos a ver la ciudad. El primer destino y también el más cercano fue el PALACIO SCHÖNBRUNN. Gracias a nuestros carnets de estudiantes pudimos verlo al completo al módico precio de unos 10 euros: habitaciones reales, oficinas, cocinas, patios y sobre todo jardines, muchos jardines y fuentes que te transportaban a la grandiosa Europa de los Austrias.  
Eran tales las dimensiones del complejo que nos llevó 5 horas recorrerlo todo.
El resto de días fueron destinados a patearse la ciudad, probar cerveza austriaca y degustar el famoso Schnitzel, que no dejaba de ser carne empanada con guarnición… 
Andando por el centro histórico era fácil hacerse a la idea de cómo sería el día a día de Mozart o Beethoven por estas calles tan bien conservadas, limpias y organizadas (bastante más que las de la capital alemana, Berlín). No se les escapaba detalle: ventanas, frisos, cornisas, pavimento, farolas… todo era digno de admirar, al igual que lo era la famosísima Ópera de Viena, donde los mejores compositores del mundo sueñan con tocar para el concierto de Año Nuevo.
Acercándose ya al centro de la ciudad, nos impresionó el área del Parlamento Austriaco, el Ayuntamiento de Viena, la Biblioteca Nacional o la Plaza de los Museos. Así como la grandiosa Basílica del Pilar de Zaragoza queda empequeñecida en comparación con las basílicas de Roma lo mismo podría decir de la Madrid de los Austrias con Viena.
Volviéndose a alejar del principal centro de Viena encontramos el PRATER, parque de atracciones más antiguo del mundo cuya principal atracción es su noria de 120 años y 60 metros de altura. Esta vez fue el mundo Disney lo primero que me vino a la cabeza, donde parecía que Pinocho pasaba las tardes. El parque era abierto, por lo que sólo había que pagar en las atracciones que quisiéramos montar.

Fue aquí cuando, en un momento de braveza, me lesioné la muñeca jugando con mis compañeros de viaje en la dichosa máquina de boxeo donde se mide la fuerza de tus puñetazos. Quizás por el frío o por la emoción del momento, pero el caso es que no sentí nada hasta que, a la mañana siguiente, decidí pedir en recepción una venda, ibuprofeno y antiinflamatorio; pues el dolor estaba aumentando (“afortunadamente”, me he lesionado tantas veces las muñecas y tobillos que supe reaccionar rápido). Al llegar a Cracovia y tras un diagnóstico médico me atendieron en condiciones y me pusieron otra venda que debería llevar durante las próximas 2 semanas dado que tenía un esguince de muñeca. 
Pero Viena no es sólo historia, sino que también es futuro. Esto pudimos apreciarlo en una isla artificial formada en medio del río Danubio en la que se había implantado una ciudad empresarial repleta de rascacielos que, aunque resulte difícil creerlo, embellecían aún más la capital.
Ésta se convirtió en una gran experiencia donde, a pesar del frío y el esguince, pude disfrutar y entablar amistad con Guille, Juan y Pedro, a través del cual pudimos conocer más sobre Portugal y sus costumbres al mismo tiempo. También fue aquí la primera vez que vi el río Danubio y su grandiosidad, que es tan inmenso y potente que en su curso por la ciudad está dividido en 2 lagos y 2 canales para así evitar inundaciones. 

Ésta es una ciudad para todos los públicos llena de fantasía y glamour donde cualquier rincón es digno de admirar, ya sea con la pareja, por negocios o en busca de una mejor calidad de vida. Sin embargo, desde un punto de vista más asequible para el bolsillo, y con un gran ambiente bohemio y estudiantil, recomendaría echarle un vistazo a mis siguientes posts sobre Praga Budapest.